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Landfall: Un Documental de emociones compartidas

En Landfall, Cecilia Aldarondo retrata la emocionalidad colectiva de Puerto Rico y el mundo. Probablemente al hablar de Puerto Rico, las primeras imágenes que vengan a nuestra cabeza sean fiestas con el reggaeton de Daddy Yankee o Wisin & Yandel a todo volumen, playas bellísimas o hasta la figura de Walter Mercado. Sin embargo, dichos […]
Landfall: Un Documental de emociones compartidas
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En Landfall, Cecilia Aldarondo retrata la emocionalidad colectiva de Puerto Rico y el mundo.

Probablemente al hablar de Puerto Rico, las primeras imágenes que vengan a nuestra cabeza sean fiestas con el reggaeton de Daddy Yankee o Wisin & Yandel a todo volumen, playas bellísimas o hasta la figura de Walter Mercado. Sin embargo, dichos íconos son claramente insuficientes para representar la cultura e historia en tal territorio. 

Lejos de cualquier idealización o estereotipo que podamos forjarnos sobre la isla caribeña, al realizar una semblanza sobre la misma, tendríamos que hablar sobre una nación y su gente en constante pie de lucha, ante la adversidad desencadenada por los golpes de la naturaleza y geopolítica. 

Durante la programación online del Festival Internacional de Cine de Guanajuato, tuve  la oportunidad y dicha de observar un retrato sobre lo anterior: Landfall, un documental donde su directora Cecilia Aldarondo pinta los lienzos que dieron origen a la incertidumbre, desencanto y resistencia colectiva en la susodicha nación. 

Landfall

El Trasfondo de un Territorio Disputado

En Septiembre de 2017, el huracán María azotó Puerto Rico, se estima que alrededor de 3 mil personas perdieron la vida, muchas otras se quedaron sin sus hogares, se enfrentaron al desabastecimiento de alimento y la imposibilidad de accesar a servicios como la electricidad o el agua. Ante tal suceso el gobierno se mantuvo omiso, y comenzaron una serie de protestas masivas que terminaron en la renuncia de su gobernador: Ricardo Rosselló. 

Landfall se ubica en esta temporalidad, sin embargo su narrativa no lineal, ni literal, suele regresar las raíces históricas que generaron la problemática y sentir actual. El filme no es un documento didáctico que repase todos los antecedentes de la isla, pero sí presenta los elementos suficientes que refuercen la tesis que engloba su relato. 

El lente de su directora, recorre algunos de los 78 municipios que componen el territorio, se acerca a las zonas agricultoras o rurales, centrando el encuadre en los objetos y espacios que nos permiten entender la devastación que trajo consigo el ciclón. Y a través del montaje de Terra Jean Long,  estas imágenes son contrastadas con la lujosidad de los resorts  que permanece intacta. 

A través de la mencionada oposición, Aldarondo señala uno de los problemas crónicos  que se enfrenta su nación -y lamentablemente muchas otras-: la desigualdad acrecentada por los desastres naturales, pero forjada por el colonialismo y gobiernos corruptos. 

La ideología imperialista ha estado históricamente presente sobre la que sus conquistadores califican como la “isla del encanto”. Primero España y luego Estados Unidos han impedido a las/os pobladores de sus tierras la libertad de auto regularse. Pero su documentalista se centra en las acciones de los segundos, pues son los que han puesto el dedo en la llaga, en base a dos formas de colonialismo: el militar y empresarial. 

El primero autodeterminando territorios como Vieques para la ocupación de un ejercito que pueda actuar contra cualquier “desorden” en el lugar, mientras los segundos expulsan a las comunidades originarias de sus hogares, con la finalidad de establecer recintos turísticos o empresas libres de impuestos. 

Estos últimos se pintan solos. Ejemplificados bajo la imagen de unos agentes inmobiliarios o empresarios en el área de blockchain, el material filmado devela personalidades mitómanas, que ante el público verborrean sobre sus intenciones eco friendly y colaboración con las poblaciones nativas, mientras en lo privado únicamente conversan sobre sus intenciones económicas y el discurso que las mismas, son un favor de llevar modernidad a una tierra “primitiva”.

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Discursos a los que el montaje suma un stock surrealista donde podemos observar lugares históricos siendo utilizados como campos de golf y comerciales donde las fábricas se vanaglorian de sacar a los agricultores del campo. 

Una Historia de Corrupción

Posteriormente, la directora se enfoca en la corrupción estatal traducida en una deuda de 72 mil millones de dólares, su desatención a la población y la inacción de un gobierno estadounidense que se excusa en que Puerto Rico, como “Estado Libre Asociado” no se le puede brindar las mismas garantías y apoyos civiles comunes del  cuidadano/a estadounidense. 

Mediante la fotografía de Pablo Álvarez Mesa y la narración en voz off de algunas personas entrevistadas, la cineasta entreteje una narrativa que a través de la metáfora audiovisual, aborda poéticamente y lejos del amarillismo, la fuerza de la naturaleza, el dolor que aún persiste por las/os perdidos, la intranquilidad por el mañana en quienes aún recorren sus tierras. 

En repetidas ocasiones, se escuchan voces que expresan como el desastre provocado por el huracán, les despertó y permitió ver “lo jodido que ya estábamos”. Aldarondo captura en sus imágenes los sentimientos que encuentran eco en la sociedad. “Esta generación y las siguientes no tenemos nada” sentencia el coro. 

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Las empresas y el estado le quitaron confianza y fuerza a su gente, las/os abandonaron ante un futuro incierto mientras se siguen aprovechando de los mismos y dificultando su existencia: trabajos peor remunerados, impuestos más altos, incapacidad de elegir democráticamente a un grupo de personas que defiendan el interés del pueblo. Situación que los obliga a salir del lugar donde crecieron o quedarse y constantemente luchar.

El documental retrata esa resistencia que se forja en los parques o cenas, que intenta retomar lo que les fue robado mediante iniciativas colectivas: esa fuerza de la unión capaz de retirar a un presidente de su puesto.

Una Vida en Lucha

Sin embargo, también dibuja ese sentimiento bajo el que todas/os podríamos sentirnos identificados: “Yo no quiero vivir la vida entera luchando”. Millennials/centennials quisiéramos bailar y cantar del amanecer al anochecer. Pero el panorama adverso ante el cual estamos parados, nos requiere en la protesta y lucha, mientras arrebata la capacidad de disfrutar.

Y si, hablo en plural, porque la realidad que viven las/os puertorriqueños no es independiente del territorio, simboliza una emocionalidad colectiva que recorre el globo, dominado por políticas neoliberales. 

Aunque en las secuencias finales se vive la victoria del pueblo, Aldarondo no cae en el engañoso júbilo. “Quitamos la cabeza, pero el monstruo aún queda ahí” pronuncia. Todavía no es momento de descansar y la luz al final del túnel, se encuentra lejos de vislumbrarse.

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