Orange Is The New Black ha llegado a su final. Mientras lo escribo, no puedo dejar de sentir un pesar por saber que una producción tan original nos ha dejado, pero me alegro muchísimo que se haya ido con la frente en alto.
En 2013 comenzó este viaje dramático, crudo pero al mismo tiempo con la gracia y la ligereza de una comedia agradable. Nadie dijo que la vida en la cárcel era fácil, y las prisioneras de Litchfield lo saben muy bien…
Con su Temporada 7, y final, la serie nos ha hecho decir adiós a personajes que por tantos años nos han hecho reír y llorar. Piper, Alex, Nicky, Taystee, Cindy, Gloria, Blanca, Dogget, Suzanne y muchas más han pasado por momentos de luz y oscuridad, generando una empatía total con los espectadores.
Otro punto a destacar de esta serie de Netflix, una de las primeras que realizó este gigante del streaming, es que siempre supo cómo tocar temas sensibles de la sociedad, desnudando las fallas del sistema penitenciario, y poniendo en la mesa problemas de racismo, de falta de empleo y ahora la crisis migratoria en Estados Unidos.
Humanas, antes que prisioneras
Orange Is The New Black siempre manejó muy bien su guión y trama, con algunas temporadas mejores que otras por supuesto, aunque siempre con la capacidad de poder desarrollar personajes a niveles muy íntimos y desgarradores.
Las mujeres que conforman este casting —un 80% o más de todo el elenco (un verdadero logro en la televisión)—, vienen de diferentes razas y estratos sociales. A pesar de ello, todas tienen en común las luchas con sus propios demonios y con sus propias culpas.
Es el factor humano en cada una de ellas lo que ha hecho que esta serie haya sobresalido tanto. Algunas reaccionan con violencia, otras con consumo de drogas, otras con contrabando y otras sólo buscan cómo ayudar a las demás.
En cualquier caso, cada historia resulta interesante por apegarse mucho a la realidad de gente desafortunada que hoy sufre la indiferencia del sistema carcelario de Estados Unidos.
Inmigración, redención y la vida fuera de la cárcel
En la Temporada 7, estos temas se siguen viendo pero ahora con nuevo enfoque. Jenji Kohan, showrunner, junto a su equipo de trabajo, supo muy bien cómo abordar el tema neurálgico de la inmigración, abarcando a la mayoría de las mujeres latinas presentes en esa cárcel.
El caso gira sobre todo alrededor de Blanca, quien a pesar de haber salido de prisión no tiene papeles y debe estar en un centro de detención para migrantes, que se muestra nada distinto a una cárcel para criminales.
El maltrato, el abuso y la falta de acceso a la justicia quedan plasmados a la perfección en esta parte de la trama, donde conocemos a una salvadoreña que lucha por permanecer con sus hijos. La resolución de este personaje es un espejo perfecto de las realidades de miles de centroamericanos, desgraciadamente.
Por otro lado, hay personas que buscan su redención, como María quien busca enmendar sus errores del pasado; Almeida que quiera intentar dar orden a su familia; Taystee que transforma su odio al sistema en apoyo a sus semejantes; o bien Dogget, que quiere superarse a sí misma con un mejor nivel de educación básica.
También está el tema del amor y la vida fuera de la cárcel con Piper, esa protagonista casi silenciosa y que muy sabiamente esta serie logra utilizar para hacer un contraste con lo que viven las demás. A final de cuentas, Piper es caucásica y aunque pasa dificultades para encontrar trabajo, es muy distinto a lo que vive Cindy, quien literalmente tiene que dormir en la calle.
Amor eterno
Obviamente no podía continuar este review sin mencionar algo del drama amoroso entre Piper y Alex, dinamitado ahora por la separación; una está libre y la otra todavía encerrada.
Esta situación irá pasando por distintas etapas de autodescubrimiento, bien realizadas y con la actuación de Taylor Schilling siempre formidable.
Aunque esta parte es la más ligera en esta Temporada 7, comparado a lo que sobrellevan las demás, no deja de tener momentos de profundidad y reflexión. Su final es el cierre perfecto para el arco del personaje. Les recomiendo que vean los primeros minutos del primer episodio para que sepan por qué.
La esperanza, el eje de todo
Si queda algo de esta Temporada 7, además de unas cuantas lágrimas, es la lección de que la esperanza debe brillar incluso en el agujero más profundo de la tierra. Ver cómo esas mujeres, a pesar de tantos golpes de la vida, continúan buscando crecer es admirable.
También es entendible que haya quienes se dejen contaminar por la corrupción del sistema, el cual seguirá así aunque no lo queramos…
Pero esa es la idea de la esperanza, que no importa que los Hellman predominen encima de los Caputo (aun con sus imperfecciones marcadas con cargos de acoso) o de Tamika, quienes buscaban hacer un bien en la cárcel. En la vida, hay que buscar ser como Nicky (la escena final con Alex es impresionante) o Taystee, cada una con su propia forma de brindar amor a los demás, pero sobre todo, a sí mismas.
Veredicto
Orange Is The New Black nos abandona pero igual queda en nuestros corazones. En esta temporada, en comparación con las anteriores, hubo ciertos aspectos que pudieron ser mejorados, pero en una vista panorámica el trabajo es muy loable y comprometido.
Hubo algunos personajes cuyas historias no cerraron por completo, o que quizás cambiaron radicalmente sin un espacio de reflexión, además de una que otra fatalidad que nos sorprendió muchísimo.
Pero en definitiva, esta serie nos abrió la mente a conocer submundos ignorados, o que tratamos de olvidar que existen, pero también nos mostró el tesoro que se esconde en estas personas que cometieron errores en la vida y que, en algunos casos, quieren cambiar para tener una segunda oportunidad.