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Ragnarök: Thor se vuelve ambientalista

Un Thor adolescente deberá salvar a Edda de los efectos de la contaminación
Ragnarök: Thor se vuelve ambientalista
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En un cómico y representativo fragmento de la novela alemana Maldito karma (David Safier, 2007), el personaje de Buda le explica a la protagonista cómo hay una habitación en el más allá donde viven los dioses desempleados: Zeus, Ares, Afrodita, pero también Odín o Huitzilopochtli. Todas aquellas divinidades antaño poderosas, pero que hoy no moran en ningún corazón ni reciben ninguna plegaria. De vez en cuando, una palabra no les vendría mal.

Ragnarök, la nueva serie noruega de Netflix, es una de esas palabras que vuelve a poner en el centro divinidades confinadas a la historia y al cómic. ¿Qué podrían hacer realmente en un mundo como el nuestro?

Adam Price continúa su indagación sobre la psicopolítica nórdica, ahora hincando el diente en el cruce entre mitología y juventudes. En Borgen, vemos una radiografía puntillosa y alucinante sobre la política danesa: sus laberintos, sus alianzas, sus horrores. En Algo en que creer, el centro es la iglesia luterana, el poder que ha ejercido sobre las mentes y los cuerpos de sus feligreses durante tres siglos y cómo éste es puesto a prueba en los nuevos escenarios sociales.

Si las primeras dos series apuntan a la psique del mundo adulto, en Ragnarök los adolescentes son puestos en el centro ya no desde la aflicción de su fe ni desde la política partidaria, -ambas les son ajenas-, sino desde su quehacer político como activistas y a través de su cosmología más inmediata: los superhéroes y las leyendas.

Ragnarök

Ragnarök: adolescentes ante el fin del mundo

El escenario es una secundaria en un pueblo ficticio llamado Edda. Su geografía es envidiable: se encuentra al pie de montañas, está rodeado de lagos y cuando hace calor el termómetro no supera los 27 grados celsius. Este paraíso nórdico, además, tiene una poderosa industria, Jutul, que lo coloca en el centro de la economía global.

La secundaria de Edda es un compendio de personajes típicos: el chico nuevo, la que lucha con su identidad sexual, la chica rica, guapa y dominante, el chico que hace chistes sexuales, el chico que sólo busca encajar, la chica que no ha tenido nunca una relación sexual, o el chico malo que se enamora y quiere dejar de ser malo; además de otros personajes no tan habituales como los chicos que se acuestan con la directora o el chico que orina en los monumentos fúnebres.

Este catálogo tiene también adultos: la madre deprimida, el padre desempleado, o los dueños de la industria Jutul que, convenientemente, son también directores de la secundaria y tienen bajo su control a todas las instituciones.

El planteamiento de Ragnarök es el siguiente: Magne, el chico nuevo, llega a la secundaria de Edda. Allí conoce a Isolde, quien sube videos a youtube donde difunde sus investigaciones caseras sobre el daño ambiental que industrias Jutul está ocasionando en el pueblo. Si las autoridades siguen solapando a la empresa, las consecuencias serán irreversibles y apocalípticas.

En uno de los primeros momentos de la serie, veremos cómo una misteriosa mujer toca a Magnus y, a partir de allí, éste comienza a experimentar cambios en su comportamiento: puede arrojar un martillo a kilómetros de distancia, sobrevivir a la embestida de un camión, entender lenguas muertas, romperle el cuello a perros salvajes, o beber sin embriagarse.

Magnus, dotado de sus misteriosas habilidades, hará equipo con Isolde y su computadora, así como con la inocente y límpida Gry para demostrar al pueblo que Industrias Jutul sí está contaminando el agua y que es la responsable directa de las muertes de animales que han empezado, así como de los minerales tóxicos en el agua que acabarán por mandar a la tumba a todos los habitantes.

Entre Greta Thunberg y Stephenie Meyer

Los personajes de Ragnarök no están planteados de forma muy diferente a los de la saga Crepúsculo. Sus identidades mitológicas rozan una y otra vez con sus caprichos adolescentes o sus berrinches de adultos. Esto es un acierto y un lastre. Acierto porque en la mayoría de las ocasiones hay una clara distancia paródica de la mirada del director sobre las acciones de sus personajes (como en las peleas con cuchillos de mesa que tienen los personajes), y lastre porque los estereotipos llegan a entorpecer el dramatismo del conflicto ambiental que aborda la serie (por ejemplo, el caso de la póliza denegada al padre de Gry).

En este punto, la serie reconoce su deuda con Greta Thunberg, quien se ha convertido en ícono de la cultura pop por su desafío abierto al escepticismo adulto de Donald Trump y los negacionistas del cambio climático; así Ragnarök no teme en poner un trabajo de fin de curso como la herramienta más efectiva para desestabilizar a todo un emporio industrial y cambiar la historia de Edda.

¡Es el capitalismo!, ¿quién podrá defendernos?

La propuesta central de Ragnarök radica en la remitologización de lo cotidiano (lo que la pone en la estela de series como Lucifer, American gods, Good Omens, God friended me). Magnus puede ser el Thor más ineficaz de la historia del cine y la televisión, pero entiende que las vías para lograr el cambio social no están en el despliegue inaudito de sus superpoderes, sino en los caminos institucionales (¡vaya elogio a la democraca moderna!). Para salvar el medio ambiente no basta con asesinar a los gigantes del capitalismo, sino que es necesario entender cómo lo hacen y tener las pruebas materiales de que aquello que realizan está dañando al planeta.

Este empoderamiento del activismo cotidiano (ese que se hace desde las redes sociales y los pequeños colectivos de resistencia) es encarnado por Magnus y su difunta aliada Isolde, quienes, no obstante, descubrirán la debilidad de sus fuerzas y el enorme poder de sus adversarios.

Esta caracterización del enemigo como Gigantes mitológicos resulta empoderadora tambíen para las industrias. Llegaron aquí antes que nosotros y difícilmente se irán. Su divinización desarma cualquier iniciativa que se emprende en contra de ellos.

Ante ese panorama desolador, sólo el milagro del rayo puede defendernos.

¿Funciona Ragnarök?

Ragnarök es una serie con altibajos que, sin embargo, consigue encantar, emocionar y, sobre todo, dejar una impronta positiva en las y los espectadores sobre el problema ambiental que retrata.

A pesar de que en el cuarto capítulo, la serie se empantana en diálogos excesivamente explicativos y hacia el final del sexto episodio resuelve apuradamente su última batalla con un artilugio catártico (deus ex machina, lo llaman los especialistas) y una frase que acaba degradando el evento mayor de la mitología nórdica a un fin de ciclo escolar; los episodios de Ragnarök nos regalan personajes asequibles, modelos de comportamiento que finalmente sacan a la representación de lo juvenil de ese bache harto de sexo, depresión, desencanto y drogas que otras series se han encargado de reproducir (desde 13 reasons why hasta Euphoria).

Con Ragnarök vemos a esos otras juventudes cuya identidad pasa, sí, por el placer y la angustia de un encuentro sexual, la experimentación con las drogas, o los altibajos emocionales, pero que encuentra su realización en la defensa del otro y del entorno que todas y todos habitamos.

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