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The Irishman: ¿Un autohomenaje?

Un paseo por un corredor repleto de autorretratos del director
The Irishman: ¿Un autohomenaje?
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Martin Scorsese presenta El Irlandés (2019) o The Irishman, una película que, entrando algo a la redundancia, se define en su totalidad como ‘scorsesiana’. El director maneja elementos que hemos visto en sus anteriores obras, que aquí desfilan a manera de autohomenajes. Un trabajo con libertad, por el espacio que brinda la plataforma digital y,  especialmente, una película para seguidores de este ‘universo de cine‘ no oficial, que Robert De Niro ha liderado.


¿De qué trata?

The Irishman continúa una saga de cine criminal (y basado en hechos reales), elemento que ha caracterizado la mayoría de los proyectos de Martin Scorsese. Ahora, nos trae a la pantalla la historia de Frank Sheeran (Robert De Niro), un veterano de la segunda guerra mundial. Ahora como anciano, contará los eventos más importantes de su vida, donde fue asesino a sueldo, y persona cercana al poderoso sindicalista Jimmy Hoffa (Al Pacino), además sobre sus trabajos directos para el mafioso siciliano-estadounidense Russell Bufalino (Joe Pesci).


Cine criminal de primera mano

Siguiendo un cómodo camino ya transitado, Scorsese nos coloca en el centro de una mafia italiana, de la cual nos narra directamente el personaje Frank Sheeran, tal como hemos visto en películas anteriores del director. Casino (1995) y El Lobo de Wallstreet (2013) son dos ejemplos donde el antihéroe explica en primera persona su día a día: desde lavado de dinero, asesinatos, sobornos, o protección a figuras públicas.

Esto construye una dinámica en la cual se cuentan los hechos desde el atractivo y emocionante punto de vista del antihéroe, en lugar del de un investigador justiciero.


¿Antihéroes intocables?

De Rupert Pupkin, a Sam Rothstein, hasta Jordan Belfort y ahora Frank Sheeran, personajes poco convencionales, pero que llegan a destacar más que los habituales protagonistas de moral de cajón. Ésa es una de las características más notorias del ‘cine scorsesiano‘, donde el karma que se debe pagar al final de toda una serie de acciones criminales queda sin liquidar por parte de los deudores.

Delitos como el secuestro, el lavado de dinero, o el asesinato, quedan como hechos que se pueden contar a la hora de tomar el café con las amigas. Personajes que jamás colocan un pie en prisión, o que de una forma u otra burlan a la muerte, y hasta reciben recompensas en abundancia.

Sin embargo, si contamos la pérdida de seres queridos, divorcios sin custodia compartida o la desolación misma, podríamos decir que estos antihéroes al final del día terminan saldando su pendiente con el destino. Algo que se retoma en la película The Irishman, donde un sicario sin escrúpulos, que toca la tercera edad en una casa de retiro, se le desaparece aquel mundo donde no paraba de moverse; se va la cercanía a sus seres queridos y a sus compañeros de trabajo. De aquella época donde sólo queda él (lo que recuerda), y un misterio aún sin resolver hasta la actualidad.


Libertad contraproducente

Scorsese con The Irishman presenta una faceta de mayor libertad de cine, al caminar de la mano con Netflix. Un lujo que aprovechó bastante al proyectar un corte final de tres horas y media exactamente. Tiempo que las grandes salas de cine comercial le hubieran rechazado definitivamente, pero que en plataforma digital funciona, sobre todo por el beneficio de poner pausa, sobretodo para descansar de un ritmo lento, que expone escenas prescindibles o que pudieron ser montadas en menor tiempo.

Sin embargo, The Irishman no termina de ser producto de la mente de un director de vieja escuela. Por lo cual el formato adecuado para disfrutarla es siempre en una sala de cine grande. No se deben desaprovechar las fechas en las cuales estará disponible la película en salas de cine comerciales. Para así hacer justicia a los trabajos del fotógrafo mexicano Rodrigo Prieto, y del productor sonorense Gastón Pavlovich.


Controversia

En medio de las polémicas, el nuevo villano de los vengadores, demuestra con The Irishman que ambas producciones no son tan diferentes como él piensa, ya que se tiene en primera historias de terceros que nunca antes se habían llevado a la pantalla grande (añadiendo las visiones personales), y la construcción deuniversos cinematográficos’, que aunque no sea oficial por parte de Scorsese, se nota por la presencia de actores frecuentes, encuadres, temáticas, referencias, entre otras cosas.


The Irishman es, por todo lo anterior, un paseo a través de un corredor repleto de autorretratos, que disfrutarán ocasionales o primerizos consumidores de su cine; pero que entenderán quienes conocen un poco más de Martin Scorsese y de Robert De Niro.

Una película que nos recuerda que el futuro ya está aquí, al presenciar la unión entre directores legendarios y nuevas plataformas de consumo de entretenimiento.


¿Ustedes ya vieron The Irishman?

 

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